jueves, 14 de enero de 2010

Kolomna

"Todos ustedes conocen la parte de la ciudad llamada Kolomna -comenzó el desconocido-. Allí nada es igual que en las otras partes de San Petesburgo: no es provincia ni es la capital. Al entrar en las calles de Kolomna tiene uno la impresión de que lo abandonan todos los anhelos y los ímpetus de la juventud. Hasta allí no penetra el futuro; allí todo es silencio y retiro; allí está todo el sedimento del ajetreo de la ciudad. Allá se mudan los funcionarios jubilados, las viudas y gente modesta que, habiendo tenido algo que ver con el Senado, se condena a morar en ese sitio casi de por vida; cocineras que dejaron de servir y se pasan el día husmeando por el mercado, que charlan tonterías con el dueño de alguna tiendecita y compran a diario cinco kopeks de café y cuatro de azúcar y, por último, toda esa clase de gente a la que se suele llamar gris porque su ropa, su rostro, sus cabellos y sus ojos les dan el color desvaído y ceniciento de los días en que no hay en el cielo tormenta ni sol, sino que reina un ambiente indefinido y la niebla se difunde quitando todo relieve a los objetos. Se puede incluir también a varias categorías de jubilados, como conserjes de teatro, consejeros titulares o émulos de Marte con un ojo menos o un labio partido. Son personas carentes de pasiones: caminan sin posar la mirada en nada y callan sin pensar en cosa alguna. (...)
La vida en Kolomna es sumamente recoleta: rara vez aparece un carruaje, como no sea el que usan los actores, que altera el silencio general con su estrépito, su crujido y su rechinar. Por allí todo el mundo anda a pie. Si acaso, pasa un coche de punto, por lo general sin cliente, cargado con una brazada de paja para el barbudo jamelgo. En Kolomna se puede encontrar alojamiento por cinco rublos al mes, incluyendo el café por la mañana. Las viudas que disfrutan de una pensión constituyen allí la aristocracia. Observan una digna conducta, barren a menudo su habitación y comentan con las señoras amigas suyas la carestía de la carne de vaca y de las coles. Con frecuencia tienen una hija jovencita, criatura dócil y callada, incluso linda a veces, un perro odioso y un reloj de pared cuyo péndulo va y viene con un triste tic-tac. Siguen luego los actores, cuyos emolumentos no les permiten alojarse en otra parte que en Kolomna, individuos enemigos de cualquier traba, como todos los artistas, que viven para el placer. (...) En una palabra, suele verse allí al estrato más infortunado del género humano, seres cuya suerte no hallaría medio de aliviar ni un especialista en economía política bien intencionado."

- Nicolás Gogol, El Retrato

miércoles, 13 de enero de 2010

Pedro Salinas (1891 - 1951)

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
"Yo te quiero, soy yo"

viernes, 8 de enero de 2010

Walking Around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

- Pablo Neruda

martes, 5 de enero de 2010

6:15

Y a pesar del ensordecedor y estridente ruido de los autos
aún escucho tu voz
tu voz
derruyendo
mis antiguas creencias
mitigando en polvo
mis estúpidos temores

mujer de urbanos y azules
cabellos
y sonrisa incólume de cristal

si creyese en Brahma (a)
creería en la reencarnación de tu mirada
mas sólo creo
en tus desgarbados y azules
cabellos
tan distantes
como verdes astros
ardiendo

que en noches como ésta
en vano trato de alcanzar

qué puedo ofrecerte
sino mi onirica amargura
mi abrasador lamento
un grito destemplado
lanzado agónico al vacío
este poema

la noche me encuentra
ahora
entre anuncios luminosos
y vouyeurs rascacielos
delineando el atormentado
trazo de mi piel
como un descarnado cuadro de van Gogh

y yo no sé que será de mí
lobo hombre solitario en brutal desenfreno por sórdidas calles
si lo único real ahora es la irrealidad de tu mirada

mi vida constante agónica ocaso
eterno suicidio
desesperado crepúsculo a punto de extinguir

ignoro el sabor improbado de tus labios
y sin embargo como
explicarlo
me perteneces
desde antes del origen de los tiempos
desde siglos antes que
nacieras

y tu tal vez te preguntes
quién soy / qué busco
qué pretendo al no cesar
nunca de observarte
yo soy aquel hombre
que has estado esperando
en tu larga contemplación de los vacíos
el héroe absurdo que se niega inútil a abolir el recuerdo

- oh tigresa de marfil urbano que me vas royendo -

bella como el intenso resplandor de la luna
aún tu cuerpose enreda frenéticamente
junto al mío en las noches incesante de delirio

ensoñación de un crepúsculo que pugna desesperado por salir
suavidad de flores cayendo encendida en la mirada
invierno de mar huyendo desesperado de los trópicos
niña tonta que se niega a usar tacones y abrir sus alas y partir

sigue,sigue jugando con tus muñecas azules
y tus ingenuos origamis de papel
que yo velaré de tu onírico sueño
de insulsos demonios y oscuros dragones
que mantendré a raya
con mi roja capa
tan pura como el fuego
como el primer hombre- soberano de la noche
amo de la oscuridad -
que habito desconocido estas aceras
penetrando arma en mano puñal en pecho
al denso enigma de tu piel

bombas molotov
tenues muchedumbres

las 6:15

y mis pasos
no hacen mas que repetir
el eco
intacto
de
tu nombre.

-Leo Zelada